lunes, 8 de noviembre de 2010

La tormenta sólo es el preludio del huracán.

Lo pensé esta tarde mientras miraba por la ventana.
Al principio sólo soplaba una leve brisa que tomó confianza y se convirtió en un viento capaz de llevarse el paraguas de algún descuidado.
Al rato,como si alguien estuviera soplando hasta quedarse sin pulmones, un viento feroz jugaba con las ramas de los árboles,agitándolas a su voluntad.

Cuando salí a la calle el viento aún rugía con fuerza.
En ese momento me hubiera gustado que se hiciera más fuerte aún,que se conviertiera en un huracán.
Y dar un salto casi infinito para colarme allí,en mitad de la tormenta.
Es una buena forma de huir de los problemas,entregarte al huracán y volar hasta aterrizar donde no te puedan encontrar nunca.

El viento se calmó como si hubiera leído mis pensamientos y se estuviera burlando de mí.
Entonces comprendí que lo estaba haciendo mal.
No tengo que huir de mis problemas ni esperar a que el viento se los lleve.


Empezaré a soplar poco a poco,cada vez con más fuerza para erosionar todo aquello que me preocupe.
Y al final,con la fuerza de un huracán,mandar los restos con un soplido más allá de la Tierra,para que se conviertan en polvo estelar.

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